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CONFERENCIA DÉCIMANONA 33 mundo, en fin, mitigada y todo, la Orden Tercera, sigue apellidándose, y es en realidad, Orden de Penitencia, respirando aún aquel aroma evangélico que la ha hecho ser siempre tan simpática á las almas verdaderamente piadosas. Expresamente lo declara así León XIII en la ya citada Constitución con estas textuales palabras: «Y no por esto— dice—se considere alterada en lo más mínimo la naturaleza de dicha Orden, la cual es Nuestra vo- luntad que continúe íntegra y sin mudanza.» Por consiguiente, los terciarios de hoy, aunque pro- fesen una Regla más benigna, con todo, han de abundar en los mismos sentimientos de mortifi- cación y penitencia que sus antiguos hermanos, que vivieron bajo el régimen de una Regla más austera, ya que, como hemos indicado, la O. T., por las sobredichas mitigaciones, nada ha perdido de su primitivo espíritu, ni se ha alterado en lo esencial la forma de vida que desde el principio prescribía á todos sus individuos. La Iglesia, al suavizar el rigor de la antigua Regla de los terciarios, no ha pretendido, claro está, fomentar la relajación ni tampoco señalar á los terciarios de estos tiempos una línea de con- ducta enteramente distinta de la que siguieron los antiguos; quiere, al contrario, desea vivamente, que los terciarios de hoy se esfuercen en imitar en lo posible los santos ejemplos de austeridad que les legaron sus mayores, y ya que no se sientan con fuerzas para seguirles por el áspero sendero de las penitencias corporales, al menos procuren 3

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