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CONFERENCIA DÉCIMANONA 27 Santa Verónica, capuchina; un San Félix de Can- talicio y Serafín de Asculi, de la misma Orden; Santa Rosa de Viterbo, San Elzeario y su casta esposa Delfina, de la T. O.; éstos y otros muci hí- simos santos que es imposible referir, brillaron en el cielo de la Iglesia Católica con clarísimos resplandores de inocencia, lo cual, no obstante, dejaron á la posteridad admirables ejemplos de austerísimas penitencias. Á éstos, pues, los lleva- ba el amor al monte del sacrificio, ofrecíanse á Dios como víctimas expiatorias por los pecados e los ES y por la salvación de las almas, pe on sus Cuerpos para aparecer conformes 1 todo d Divino Modelo de los predestinados. De todo lo dicho se deduce que la penitencia, tan aborrecida del mundo y tan olvidada, aún de los que hacen profesión de piedad, es el camino que han recorrido los santos en todas las épocas del Cristianismo, ha sido siempre parte muy prin- cipal de la verdadera vida cristiana y, en resumen, que el genuino espiritu del Evangelio es espíritu de mortificación é inclina al hombre, no á las co- modidades y regalos, sino á las privaciones y á la penitencia. Jesucristo, nuestro soberano Maestro, al mos- trar á los hombres el camino que conduce á la vida eterna, no dijo que era ancho, espacioso y cómodo, sino estrecho, pedregoso y empinado, para andar el cual era preciso hacerse violencia; y su vida, que debe ser la norma y dechado de la nuestra, fué vida de padecimientos, de pobreza, Q cp

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