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26 ESPIRITU DE PENITENCIA DE LA Y. O. T. el perdón no nos haya exigido penitencias corpo- rales, por más que éstas no sean absolutamente necesarias para salvarse, no obstante, esas auste- ridades son hijas del arrepentimiento, son fruto regalado de la contrición, en suma, son la ven- ganza que el hombre toma de sí mismo por haber ofendido á Dios con sus culpas. Tal fué la peni- tencia de las Magdalenas, Egipciacas, Margaritas de Cortona, Raimundos de Lulio y otros innumera- bles á quienes el dolor de sus pecados y el deseo de satisfacer algún tanto á la Divina Justicia hizo ejercitarse en penitencias cuyo sólo recuerdo nos llena de asombro y pone espanto en nuestro corazón. No siempre empero el fruto saludable de las austeridades cristianas es debido al arrepentimien- to de una vida pecadora: á las veces reconoce una causa más noble, un origen más digno, es el amor, el celo de la salvación de las almas, el ansia de imitar á Jesucristo crucificado, la sed ardiente de inmolación y de sacrificios la que ha producido todas esas penitencias con que los santos crucifi- Caron sus carnes y atormentaron sus miembros. Almas que jamás mancharon con la iniquidad la vestidura de la inocencia, corazones puros que en ninguna ocasión mancillaron el candor de la pu- reza, se los ha visto ofrecer á Dios en holocausto sobre el altar de la mortificación y consumirse len- tamente entre las llamas de horrorosas peniten- cias. A este género de penitentes cristianos per- tenecen un Francisco de Asís, nuestro Padre; una

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