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CONFERENCIA TRIGÉSIMA CUARTA 281 ——__ a res casadas el permiso del marido, á no ser que otra cosa pareciere deber hacerse, á juicio del confesor de las mismas. Todo cristiano, pues, fervoroso, que desee su salvación y tenga propó- sitos de llevar una vida piadosa y ajustada, puede pertenecer á la O. T., toda vez que esta santa institución no impone deberes que sean incompa- tibles con ningún estado ó profesión de la vida social. A cambio de tan sencillas y suaves obligacio- nes, la O. T. hace participar á sus individuos en la vida y después de la muerte, de riquísimos teso- ros de bienes espirituales: porque el terciario puede ganar cada día innumerables indulgencias plenarias y parciales concedidas á su Orden; puede lucrar también las más numerosas de la Primera y Segunda Orden; participa de los méri- tos, penitencias, sacrificios y buenas obras que se practican en las tres Órdenes de San Francisco y goza de otras gracias y privilegios con que la munificencia de los Pontífices enriquecieron la O. T. Todo esto, aunque dicho someramente, es de mucha importancia y digno de la mayor estima y del más alto aprecio de un cristiano: porque supone riquezas espirituales que no se pueden calcular, socorros y auxilios muy necesarios du- rante la vida y consuelos muy abundantes para después de la muerte. Todo este cúmulo de bienes podéis conseguir con tanta facilidad y á costa de tan pequeños sacrificios, si os determináis á ingresar en la O. T.
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