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n HH 2 PARA ESTABLECER UNA NUEVA ASOCIACIÓN fundaré una Orden á la que puedan pertenecer todos, hombres y mujeres, sacerdotes y legos, nobles y plebeyos, para que todos vivan despren- didos de las cosas de la tierra, se aparten de los vicios, se ejerciten en la penitencia y aseguren la salvación de sus almas. Bajo la influencia de estos saludables pensamientos é impulsado por el deseo de la santificación de sus prójimos, ideó la O. T., trazó la Regla, la hizo aprobar por el Vicario de Jesucristo, y propagó el nuevo instituto por medio de sus hijos. El mismo Seráfico Fundador impuso el hábito de la T. O. al Bienaventurado Luquesio y á su esposa Bona-Donna, que son los primo- génitos de la gloriosa familia de la Orden de Peni- tencia. Con ser tan meritoria y excelente la O. T., sin embargo impone muy pocas obligaciones, especialmente después que su Regla fué modifi- cada por el Papa León XIII. Estas obligaciones se reducen á frecuentar los Sacramentos, practicar un corto número de rezos, observar los Manda- mientos de Dios y de su Iglesia, hacer oportuna- mente el testamento, abstenerse de parcialidades y discordias, ser moderados en el porte y en la comida, guardar mutua caridad y huir de bailes y teatros escandalosos. Las prescripciones de la Regla no obligan á pecado alguno, sino en aque- llo que está preceptuado por Dios ó por la Iglesia. Para pertenecer á la O. T. se requiere la edad de quince años, tomar el hábito, hacer un año de noviciado y profesar al cabo de él, y en las muje-
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