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266 PARA RECIBIR LA PROFESIÓN hoy, por las circunstancias que rodean al cristiano, es no poco dificultosa y por eso conviene redoblar en el ánimo el propósito de cumplir lo que es tan indispensable para salvarse, y á este fin se enca- mina la profesión del terciario, en la que solemne- mente promete la guarda de la Ley de Dios. Por esta razón, dice un piadoso escritor, «que la pro- fesión de la O. T. es como un vallado que defien- de la viña de los Mandamientos de Dios para que no sean quebrantados.> Lo segundo á que se obliga el terciario en su profesión es á observar todo el tiempo de su vida la Regla de la O. T. Esta es la obligación pecu- liar del estado de terciario, sin la cual la profesión no añadiría cosa alguna sobre los deberes que tienen los demás cristianos. Esta promesa de observar la Regla no obliga á pecado, sino en las cosas que están preceptuadas por Dios ó por la Iglesia; pero sin embargo el terciario ha de esfor- zarse en cumplirla como si realmente le obligase en conciencia, y esto por deber de fidelidad y correspondencia á la vocación, y por agradeci- miento al señalado beneficio que Dios le ha dis- pensado llamándolo á un estado que tantas venta- jas espirituales le reporta. Este es el principal deber que os impone la profesión que vais á rea- lizar: el cumplimiento de las prescripciones de la Regla de la O. T. Sin esto de nada os serviría vuestro alistamiento en la milicia Franciscana, seríais terciarios de nombre solamente, no mejo- rarían vuestras costumbres, ni os haríais acreedo-
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