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CONFERENCIA TRIGÉSIMA TERCERA 205 A 5 eee td Mae ia no se puede eludir sin ser infieles á lo prometido. ¿Y con qué género de afrenta queda el hombre más envilecido que con la negra nota de infideli- dad á la palabra dada? Pues este envilecimiento sube todavía de punto en el terciario, el cual, por el mero hecho de serlo, tiene echadas á sus pies cadenas de amor múy fuertes, que le obligan á ser fiel, porque prometió en presencia de Dios á quien llamó por testigo, prometió en honor de María Inmaculada y del Patriarca de Asís, todo lo cual hizo, no de ligero, sino después de maduro examen y al cabo de un año de noviciado.» La profesión, pues, que vais á hacer os impone obli- gaciones, unas, que son comunes á todos los cris- tianos, y otras, que son peculiares del estado de terciario. En primer lugar el terciario promete guardar los Mandamientos de Dios. Este es el fin primario de la profesión, lo cual se comprende fácilmente que sea así, teniendo en cuenta que San Francisco se propuso, por medio de la O. T., restablecer la vida cristiana en todo su vigor. Ahora bien: para conseguir tan laudable propósito, debía comenzar por afianzar más y. más la observancia de los Mandamientos de Dios, que son la puerta de la vida cristiana, según aquellas palabras de Jesu- cristo (1): «Si quieres entrar en la vida guarda los Mandamientos.» Esta observancia es absoluta- mente necesaria para obtener la salvación; pero () Matth., XIX, 17.

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