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CONFERENCIA TRIGÉSIMA TERCERA 203 vida: llenar las obligaciones correspondientes al mismo, conformar los actos de la conducta pública ó privada con las exigencias de la naturaleza ó del carácter de la profesión que se ha abrazado. Hacer esto, portarse de esta manera, constituye, á los ojos del mundo, un título de honradez, y á los de Dios, un motivo de justicia para galardonar al individuo. Obrar de otro modo, es ser infiel á la vocación, es hacer menosprecio práctico de las leyes divinas y humanas, es hacer caso omiso de los dictámenes de la conciencia, y por lo mismo, el individuo, en este caso, es acreedor al despre- cio de las gentes honradas y merecedor de los castigos de la Justicia de Dios. La excelencia Ó dignidad del estado es cosa muy ajena al mérito del individuo, pues esto no es más que un favor que más bien aumenta la res- ponsabilidad personal, según aquella sentencia de Jesucristo (1): «A todo aquel á quien mucho fué dado, mucho le demandarán, y al que mucho encomendaron, más le pedirán.» Conforme á esto es lo que nos enseña el Espíritu Santo en el libro de la Sabiduría (2): «Los poderosos, poderosa- mente padecerán tormentos: porque Dios no exceptuará persona alguna ni hace mella en Él la grandeza de nadie, por cuanto que Él hizo al grandey al pequeño é igualmente tiene cuidado de todos.> (1) Luc., XII, 48. (2) VI,7,8.
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