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252 PARA DAR EL HÁBITO DE LA O. T. o mirada en la bandera por cuyo honor ha de pelear y en el arrojo y valor de su general, vosotros, que hoy entráis á formar parte en la milicia Francis- cana, debéis también dirigir vuestra vista al es- tandarte de vuestra Orden para pelear á su sombra contra los vicios del mundo; debéis mirar constan- temente el arrojo y las energías sobrehumanas del invicto Adalid de Cristo, San Francisco, para luchar con él por la gloria de Dios, y alcanzar como él victoria sobre las concupiscencias y pa- siones que hacen guerra á nuestro espíritu y se empeñan en subyugarlo. Ancho campo se ofrece desde hoy á vuestra imitación: porque así como mientras se fabricaba el arca de la Antigua Alianza, Dios repetía sin cesar á Moisés, «mira y hazla fabricar conforme al diseño que te se ha propuesto en el monte» (1), del mismo modo, desde ahora, Dios os dice: «Ya que voluntariamente os hacéis hijos y discípulos de Francisco, poned cuidado en imitar sus virtu- des; ese hábito y esa cuerda, que os traigan á la memoria la penitencia asombrosa de mi siervo, su profundísima humildad, su amor sin límites á la Cruz, su celo por la gloria de mi nombre y la salvación de las almas y, en fin, su admirable y prodigiosa santidad. > ¡Sublime es, en verdad, el dechado de perfec- ción cristiana que el Señor propone, para que lo imitéis, á vuestra vista, en la persona de un santo (1) Exod., XXV, 40.
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