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234 DEVOCIÓN Á MARÍA SANTÍSIMA a del Cristianismo: quítese esa devoción y se acabó la verdadera Religión Cristiana» (1). La prueba más elocuente de esta verdad, la hallamos en las páginas de la historia de la Iglesia, en los libros de sus Doctores y en el ejemplo de sus Santos: en esas páginas, enesos libros guardadores de la Tradición Cristiana, en esos santos perfectos imi- tadores de Cristo, y fidelísimos observadores de sus consejos y doctrinas, encontramos testimonios abundantes y clarísimos, que demuestran plena- mente que la devoción á María Santísima nació con el Cristianismo, formó siempre parte esencial de su dogma y de su culto, y fué practicada cons- tantemente por todos sus hijos. Cuando la Santísima Virgen, en un éxtasis de amor, anunció «que todas las generaciones la lla- marían bendita» (2), beatam me dicent omnes generationes, no hizo más que predecir su futura glorificación, y el amor y culto que le habían de tributar todos los siglos cristianos. Predicción cumplida exactísimamente, pues vemos, en efec- to, que todas las generaciones se han disputado el honor de ensalzarla y rendirla homenajes de amor y adoración. Los Doctores consagraron sus libros á vindicar las admirables prerrogativas y excelencias de la Madre de Dios; los poetas apli- caron su numen á cantar sus glorias; los artistas le consagraron sus más ricas producciones, y los santos reservaron para la Señora todo el amor de (1) Progreso del alma, por el P. Faber, cap. V, pág. 78. (2) Luc., 1, 42.
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