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CONFERENCIA TRIGÉSIMA 225 rios deberían asistir á las exequias de sus herma- nos, precedidos por la Cruz de su corporación, llevando el cordón y el escapulario, y entonando preces religiosas que alternasen con las del Clero. ¡Qué hermoso espectáculo darían con esto al mundo los terciarios! Mientras otros muertos son conducidos al Campo Santo en medio de pompas mundanas, y seguidos de un cortejo que ninguna señal da de piedad y devoción, ellos conducirían á los suyos entre fervorosas plegarias y los acom- pañarían con religioso respeto. Lo que prescribe, en segundo lugar, la Regla de la O. T. respecto á los terciarios difuntos, es que se hagan sufragios por sus almas. A este fin ordena que se rece una tercera parte del Santo Rosario, se les aplique una Comunión, y los sacerdotes hagan en la Misa un memento por el alma del difunto. En la primitiva Regla, los terciarios, al fallecimiento de cada uno de los hermanos de la asociación, debían rezar por su alma cien veces el Padre nuestro. En la actualidad, este rezo se ha sustituido por el sufragio que antes hemos men- cionado. Mas no creáis que por esto dejen de ser hoy de mucha importancia y estima, los sufragios que el terciario recibe después de su muerte, porque aparte de que muchas congregaciones tienen la piadosa y laudable costumbre de aplicar Misas y otras oraciones, fuera de las que prescribe la Regla, las almas de los terciarios recibirán en el purgatorio los sufragios de las tres Órdenes Franciscanas. 15

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