BCCPAM000526-2-20000000000000

CONFERENCIA TRIGÉSIMA 219 suerte será la de esa alma? ¿Qué hará Dios de ella? ¿La excluirá de su compañía por toda la eternidad? ¿La arrojará al infierno que es la mo- rada de los muertos en pecado? Mas esto no puede ser, porque repugna á la Bondad de Dios apartar para siempre de sí á una alma que ya no puede dejar de amarle, y se opone á su Justicia el cas- tigar faltas leves con los tormentos eternos del infierno. El alma en pecado venial, ó sin haber satisfecho cumplidamente el reato de la pena me- recida por sus culpas, no es enemiga de Dios, Dios no la aborrece, y por tanto no puede arrojarla á la mansión donde son castigados sus enemigos. El alma, en estas condiciones, es semejante á un pobre enfermo que yace en el lecho del dolor in- capacitado para todo, sin tener quien le valga ni quien le socorra. Por eso, más bien que odio y venganza, semejantes almas inspiran á Dios com- pasión infinita. No pudiendo, pues, Dios admitir en el cielo, ni condenar al infierno á semejantes almas, por fuerza ha de existir un tercer lugar donde se puri- fiquen y satisfagan cumplidamente todo lo que merecieron por sus pecados. Este lugar es lo que la Iglesia llama purgatorio. Ved, pues, la harmonía tan admirable que existe entre lo que enseña la fe y los dictámenes de la razón. ¿Pero qué viene á ser el purgatorio? ¿Qué hacen allí las almas detenidas? El purgatorio, como el mismo nombre lo indica, es lugar de pu-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz