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218 EXEQUIAS Y SUFRAGIOS —. cunstancias á la presencia de Dios, no podría ser feliz. ¿Y cómo había de serlo estando eternamente afeada con los pecados veniales que son, á juicio de los santos Padres, como lepra del alma? ¿No estaría eternamente avergonzada delante de Dios, y en la compañía de los ángeles, teniendo consigo semejantes fealdades? Conforme á esto, dice Santa Catalina de Génova en su famoso Tratado del Purgatorio: «Que el alma separada del cuerpo, no descubriendo en sí misma toda la pureza necesaria, y viéndose con este impedimento, que sólo el pur- gatorio puede hacer desaparecer, arrójase al punto en sus llamas de muy buena voluntad; y si ella no encontrase este lugar del purgatorio, conveniente- mente dispuesto para la remoción de aquel impe- dimento, sufriría allí el alma instantáneamente un infierno mucho más cruel que el purgatorio, mien- tras viese, que con motivo de semejante impedi- mento le era imposible vivir en compañía de Dios, su último fin.» «En consecuencia—prosigue di- ciendo la misma Santa—si el alma pudiese dar con otro purgatorio más terrible que este donde se encuentra, y en el cual alcanzase una desapa- rición más pronta de este impedimento, se lanza- ría enseguida en él con toda la impetuosidad del amor que la conduce á Dios.» Ahora bien: si el alma en estas condiciones se halla incapacitada para traspasar los umbrales del templo de la gloria, si ni el mismo Dios puede franquearle su entrada mientras no desaparezcan de ella las manchas de las culpas veniales, ¿qué

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