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208 DEL DESPRENDIMIENTO __.xeO_ _Í_IKXK 2 22 Desde luego, rechazamos, como opuesto al espiri. tu de la mencionada institución, el criterio apocado y estrecho de aquellos que pretenden encerrar á la O. T. en el pequeño y limitado círculo de devocio- nes, ejercicios y prácticas piadosas. Aún más: nos atrevemos á asegurar que la escasa influencia que en algunas poblaciones tiene la O. T. y las pocas simpatías que en ellas ha despertado, es debido, en gran parte, á este retraimiento de la acción ca- tólica que, por falta de celo ó por ignorancia, han pretendido algunos imponer á las congregaciones de los hermanos terciarios. No, mil veces: la O. T. puede y debe ocuparse en toda obra de beneficen- cia, que lleve el sello del Catolicismo; puedey debe tomar parte en las meritorias empresas del apostolado católico para contrarrestar los desas- trosos efectos de las empresas de la impiedad; puede y debe salir á la defensa de los derechos de la Iglesia, valiéndose de todos los medios líci- tos que sugiere el celo por la causa sacratísima de la Religión. Es muy cierto que la O. T. tiene por objeto primario la santificación del individuo, mediante la piedad y el espíritu del Evangelio; que ella no es una institución de beneficencia; pero con todo, nada se opone á que sin descuidar su fin principal atienda á todas aquellas obras que son como con- secuencia del amor de Dios y del prójimo, y fruto legítimo del fervor cristiano en cualquiera forma que se encarne. Sí: lo primero á que debe atender la O. T., es á la santificación de sus individuos, á

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