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CONFERENCIA DÉCIMAOCTAVA 17 da.» No está menos expresivo San Basilio. «Te sientas á la mesa, dice, bendice al Señor; comes el pan, recibes los manjares, da gracias á tu mag- nífico y soberano Bienhechor.> Es muy de lamentar haya caído en desuso una costumbre tan laudable y tan cristiana. En otros tiempos apenas había una familia en la que no se pagase á Dios el tributo de la gratitud después de la comida. Para nuestros mayores, levantarse de la mesa sin dar gracias á Dios era como una es- pecie de ateísmo, una omisión imperdonable en un cristiano que sabe que todo le viene de la amorosa Providencia del Creador. Hoy, por desgracia, ya no sucede así; salvas honrosas excepciones, de la mayor parte de las familias ha quedado deste- rrada esta piadosa práctica. La disminución de la fe y el apagamiento de las ideas religiosas, ha traído, como consecuencia, la abolición de las san- tas costumbres y tradiciones de nuestros antepa- sados, saturadas de religiosidad y espíritu cristia- no. Todo lo que ellos practicaban como buenos cristianos en el seno de la familia, como era, dar gracias á Dios después de la comida, besar la mano á los mayores, rezar el Santo Rosario y otras cosas semejantes, son hoy tenidas como antigua- llas propias de los tiempos obscurantistas en que ellos vivieron. Así discurre el genio racionalista y ateo de nuestra época, tal es el lenguaje del neo- paganismo, que con tanta insistencia se quiere in- troducir en el seno de la familia. Dirigiéndome á vosotros, hijos de San Fran- 2
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