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e 202 DEL DESPRENDIMIENTO a cesidades los unos de los otros? Pues para este fin ordena la Regla que cada uno, según su posibi- lidad, se desprenda de alguna cosa para socorrer á los pobres, especialmente á los enfermos de la congregación. Porque, claro está, que la compasión del prójimo que aquí se prescribe no ha de ser un sentimiento estéril, una mera afección del alma, sino que principalmente debe consistir en las obras que se hagan para consolar al pobre en- fermo ó necesitado. Mas para ello es indispensa: ble el desprendimiento, la generosidad, supliendo como dice el Apóstol (1), «la abundancia de los unos, la necesidad de los otros.» Este objeto principalmente tienen las colectas voluntarias que se hacen entre los terciarios, á las cuales cada uno debe contribuir conforme á su posibilidad; los po- bres como pobres y los ricos como tales. Estor- zaos, pues, terciarios, en el cumplimiento de esta ordenación; sed generosos, porque como dijo el ángel á Tobías (2), «mejor es la limosna que ateso- rar riquezas;» y bien cierto es que la limosna jamás empobreció á nadie, sino al contrario, fué siempre manantial fecundo de bendiciones celestiales para los que la hacen, recompensando Dios lo que se da por su amor, con el ciento por uno en este mundo y con la eterna felicidad en el otro. Cierta- mente sería muy lamentable y afrentoso que por la (1) 1 Cor., VIH, 14. (2) XII, 8.

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