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CONFERENCIA VIGÉSIMA NONA 199 caridad de Dios hacia nosotros, en que envió á su Hijo Unigénito al mundo para que por Él tenga- mos la vida sobrenatural de la gracia. > Pues semejante ha de ser el amor que se tengan los terciarios: amor eficaz, operativo, acompañado de buenas obras; amor efusivo que se derrame sobre sus hermanos en agua copiosa de beneficios; amor generoso que les lleve al des- prendimiento para socorrer á los pobres, singu- larmente, de la congregación; amor que no rehuse el sacrificar algo de la propia comodidad y bien- estar para visitar al pobre enfermo ó llevar la alegría á una familia atribulada; amor, en fin, ingenioso, que tenga siempre en sus labios una sonrisa ó una palabra de aliento y consuelo para disipar una tristeza Ó calmar una pena. Este es el amor y la benevolencia que la Regla quiere que los terciarios tengan entre sí; benevolencia que se manifieste principalmente en obras de cari- dad, ayudándose, consolándose, defendiéndose y prestándose apoyo en las necesidades. Obrar así es portarse como hermanos, como miembros de una misma familia religiosa; es dar á conocer al mundo que los terciarios están animados del espí- ritu del Evangelio, que reina entre ellos la verda- dera fraternidad. Portarse de otro modo, vivir los terciarios casi sin conocerse, ignorando unos las necesidades de los otros, sin prestarse alivio ni socorro en las circunstancias aciagas de la vida, sería proceder como extraños, sería obrar de un modo muy ajeno á aquella ternura y delicadeza

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