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16 TEMPLANZA Y DEVOC 1ÓN EN LA _MESA el pecho de sus hijos los terciarios la llama de la gratitud é infundir en ellos aquel espíritu de haci- miento de gracias de que estaba todo penetrado su abrasado corazón. Debe, por lo tanto, el ter- ciario, á imitación de San Francisco, ser muy agradecido á Dios, reconociendo la muchedumbre y la grandeza de sus misericordias, dándole gra- cias humildes y afectuosas por todos los benefi- cios que nos dispensa, y entonando de lo intimo del corazón cánticos de reconocimiento. Pero, muy particularmente, debéis hacer esto después de la comida, según os lo prescribe la Regla. Es esta una loable y cristiana costumbre que arranca de los primeros días de la Iglesiay que fué practicada siempre por los buenos cris- tianos. Nos fué enseñada por Nuestro Señor Je- sucristo (1) con su divino ejemplo, bendiciendo los panes en el desierto, dando gracias á su Eterno Padre antes de realizar el asombroso milagro de la multiplicación de los panes, y entonando un himno de gratitud después de haber comido con sus discípulos la cena de la Pascua (2). Los Padres de la Iglesia, órganos de las tradiciones divinas y apostólicas, recomendaron esto mismo en todo tiempo á los fieles con toda eficacia. «Como antes de comer, decía San Clemente de Alejandría, es muy justo que alabemos al Creador de todas las cosas, así también debemos darle gracias después que hemos participado de sus dones en la comi- (1) Matth., XIV, 19 y XV, 36. (2) Matth., XXVI.

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