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CONFERENCIA VIGÉSIMA OCTAVA 189 o => r los infinitos méritos del Divino Sacrificio al que habéis tenido la dicha de asistir. Leed los libros que tratan de las excelencias de la Misa y en ellos veréis casos maravillosos, milagros sor- prendentes, que Dios ha realizado innumerables veces en favor de los devotos de la Misa, bien para librarlos de riesgos inminentes, bien para colmarlos de beneficios. Mas aunque todo esto sea verdad, no quisiera que fuese este el único móvil que os impulsara prin- cipalmente á frecuentar la Santa Misa: porque aun sin la esperanza de conseguir todas estas cosas, la Misa es en sí misma tan excelente y encierra tantos bienes, que por asistir á ella debiéranse hacer, si fuera preciso, los mayores y más costo- sos sacrificios. Ella es, en efecto, un tesoro riquí- simo que Dios ha puesto en nuestras manos para que pudiéramos satisfacer cumplidamente las infi- nitas deudas que con Él hemos contraído; es como un título de nobleza que nos autoriza para pre- sentarnos ante el trono de su Augusta Majestad y rendirle homenajes que le son tan agradables como los que recibe de los ángeles; la Misa, en fin, nos proporciona el medio más adecuado y eficaz que puede imaginarse de cumplir los grandes 'y sacra- tísimos deberes que tenemos para con Dios. Con el fin de que os convenzáis más y más de esto, bastará hacer una pequeña reflexión sobre este particular. No hay duda que nuestro primer deber para con Dios, la principal de nuestras obligaciones, es

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