BCCPAM000526-2-20000000000000

CONFERENCIA DÉCIMAOCTAVA 15 Demos gracias á Dios por este gran tesoro con que nos regala su amable Providencia. A lo que contestó Fr. Maseo:—Padre, ¿cómo se puede lla- mar gran tesoro á esto que encierra tan gran po- breza? Nos falta mesa, cubierto, plato, criado, en fin, carecemos aún de lo que ni siquiera los más pobres carecen. A lo que respondió San Francis- co: —Pues esto es lo que yo reputo por gran te- soro; porque no hay aquí cosa alguna preparada por la industria humana, sino dispuesto todo por la Providencia Divina, como se ve claramente en el pan mendigado, en la mesa de piedra y en la fuente tan saludable y clara. Por eso quiero que demos gracias á Dios, reconociendo el beneficio que misericordiosamente nos ha otorgado. Dicho lo cual, con hacimiento de gracias, tomaron aque- llos pedazos de pan que la mano bienhechora del Señor les había proporcionado.» Concluyamos, pues, con la sentencia del P. San Agustín: «Nada es más fácil ni más breve que decir: gracias á Dios; pero nada puede hacerse que sea más me- ritorio y á Dios más agradable.» Este espíritu cristiano de la acción de gracias, carísimos terciarios, es lo que se propone inculcar en todos vosotros la santa Regla que profesáis. Y si bien es verdad que no hace sino mención de dar gracias á Dios después de la comida, con todo, atendiendo á su espíritu y álos sentimientos que animaban al santo Legislador, ha de enten- derse que el Seráfico Patriarca quiso, con esta prescripción de la Regla de su T. O., levantar en

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz