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CONFERENCIA VIGÉSIMA OCTAVA 183 crificio de la Cruz tenemos la misma Víctima, igual Sacerdote é idénticos fines. El mismo Jesu- cristo, que se inmoló en la Cruz es el que se ofrece y se inmola también en nuestros altares. En el Calvario, Jesucristo fué á ia vez víctima y sacerdote, y otro tanto sucede en el Sacrificio de la Misa, donde el sacerdote no es más que un ins- trumento, un ministro de Jesucristo que cumple sus Órdenes y que obra por delegación suya en virtud de aquellas palabras: «Haced esto en memo- ría mía> (1). El objeto del Sacrificio del altar es también idéntico al del Calvario; pues como éste se ofreció para gloria de Dios, para aplacar su Divina Justicia y para obtener el perdón de los pecados del mundo, así por los mismos fines se ofrece á Dios en la Iglesia Católica el Santo Sacrificio de la Misa. No cabe, pues, dudarlo: la Misa es el mismo Sacrificio de la Cruz, la misma divina oblación que pacificó la cólera de Dios, el mismo tesoro de infinitos méritos que pagó nuestras deudas y nos granjeó una copiosa y gloriosísima redención. Los altares de nuestros templos son el Calvario donde todos los días se renueva el Sacrificio de la Cruz, inmolándose incesantemente sobre sus aras la misma Víctima sacrosanta que en la Cruz se ofreció al Padre por la salvación del mundo. Y no creáis que sea todo lo dicho una ficción retórica, Ó una opinión piadosa más ó menos pro- (1) Luc., XXII, 19,
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