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14 TEMPLANZA Y DEVOCIÓN EN LA MESA y otros muchos pasajes de las cartas de San Pablo, que pudieran aducirse, demuestran clara- mente la gran importancia que daba el Santo Apóstol al hacimiento de gracias. Con lo cual no es de extrañar que los Padres y Doctores de la Iglesia que bebieron en esta fuente el espíritu cris- tiano, abunden en estos mismos sentimientos y repitan idénticas enseñanzas. «El carácter pecu- liar de los santos ha sido en todas las épocas el espíritu de acción de gracias; la acción de gracias fué siempre su oración favorita» (1). San Francisco, nuestro Padre, todo inflamado en divina caridad, no sólo daba á Dios gracias por los beneficios más señalados que nos ha hecho, sino también por las cosas al parecer más insigni- ficantes. Oid si no este tiernísimo relato de la vida de nuestro Bienaventurado Patriarca: «Yendo de peregrinación con Fr. Maseo, uno de sus prime- ros discípulos, llegaron un día á una ciudad algo hambrientos, y, para atender al remedio de su ne- cesidad, anduvieron, según la Regla Seráfica, mendigando el pan por amor de Dios. Después que hubieron pordioseado, se reunieron fuera de la ciudad para comer en un sitio donde había una hermosa fuente y al lado una gran piedra, sobre la cual cada uno echó toda la limosna que había recogido. Lleno de regocijo el Seráfico Padre por el beneficio que el Señor les dispensaba, en un transporte de alegría exclamó: —¡Oh, Fr. Maseo! (1) P. Faber, Todo por Jesús.
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