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PP 168 EL TERCIARIO EN LA CONVERSACIÓN todo lo cual, como fácilmente puede compren- derse, constituye un delito abominable y una inju- ria infinita á la Majestad Augusta de Dios. Así que este linaje de pecado no admite parvedad de ma- teria y por consiguiente, es siempre pecado mor- tal el jurar para confirmar una mentira por leye que sea. Y no os extrañéis, amados terciarios, que in- sista sobre este particular, pues aunque estoy ín- timamente persuadido de que vuestros sentimien- tos religiosos y vuestra cristiana honradez, os hacen mirar al perjurio con el horror que se me- rece, con todo, no está fuera de propósito el advertiros el peligro que corréis en muchas oca- siones de ser arrastrados, directa ó indirectamente, á cometer semejante pecado. En efecto: no igno- ráis que la malsana política de estos miserables tiempos, no es la ciencia de gobernar conforme á las leyes de Dios y á los dictados de la justicia, sino, más bien, el arte de transigir, la habilidad de componer y unir cosas é intereses absoluta- mente contrarios entre sí. Para realizar estos milagros de iniquidad, se busca el apoyo del sufra- gio y del juramento á fin de hacer triunfar la causa que se patrocina. ¡He aquí el peligro! Unas veces con amenazas, otras con promesas y halagos, se os buscará, tal vez, como testigos de una false- dad, haciéndoos ver que no se trata de perjudicar á nadie, antes bien, de favorecer á un desgra- ciado, de mirar por la familia de un delincuente, para lo cual basta decir una mentira leve confir-
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