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166 EL TERCIARIO EN LA CONVERSACIÓN XAO en cuenta estas enseñanzas y tomarlas como norma de conducta, absteniéndose, en lo posible, de los juramentos, ¿con cuánto mayor motivo deberá hacer esto mismo un terciario de San Francisco, que está más obligado á dar ejemplos prácticos de vida verdaderamente cristiana? Muy acertada- mente dispone, pues, la Regla de la O. T. que sus individuos, fuera del caso de urgente necesi: dad, se abstengan de todo juramento, porque de este modo estarán más lejos del perjurio y de los vanos juramentos absteniéndose ordinariamente de jurar. Es cosa, en verdad, que desdice mucho del espíritu cristiano y de los sentimientos de res- peto y de temor que deben tenerse para con Dios, andar á cada paso haciendo juramentos con ligereza lamentable, como si se tratara de una cosa liviana y no de un acto muy trascendental de Religión. Y siendo esto así, ¿podría tolerarse se- mejante modo de proceder en un terciario que por vocación debe ser más piadoso que los demás y guardar mayor recato y compostura en todos los actos de su vida? No, ciertamente. De lo contra- rio, ¿qué juicio formaría el mundo de la O. T. si viera á sus individuos jurar temerariamente como gentes sin temor de Dios ni respeto á su santo nombre? Indudablemente un juicio muy poco favo- rable para su honor. De consiguiente, para que no sufra menoscabo el buen nombre de la O. T., los hermanos tercia- rios deben esforzarse en cumplir esta ordenación

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