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o + ¿ e noe pee A eo a > E TA HA tp PA O O A Tide a O a ii li ye de Le me A A A 160 EL TERCIARIO EN LA CONVERSACIÓN —, me propongo hablar en la presente conferencia, la cual dividiré en dos partes para mayor claridad. En la primera, trataré del juramento; y en la segunda, de todo ¡o restante que prescribe la men- cionada ordenación.—Ave María. Nada hay más digno de nuestra adoracióny respeto que el Santo Nombre de Dios. A la luz de la fe, y aun de la razón natural, el Santo Nombre de Dios es la síntesis de todo lo más grande, per- fecto, glorioso y admirable que puede idear nues- tra inteligencia. Ese nombre augusto denota al Creador de todas las cosas, á nuestro primer principio y último fin, á Nuestro Padre que está en los cielos, y por eso ese nombre es amable sobre todas las cosas. Indica también la infinita sabiduría, la santidad esencial, la suma perfección y hermo- sura, de donde toman la que tienen las cosas hermosas y perfectas de la tierra, y por este mo- tivo ese nombre es glorioso. Significa asimismo la Majestad adorabilísima ante la cual tiemblan los poderíos del cielo, y la eterna justicia venga- dora de todo pecado y el temible enojo de Aquel que con sólo una mirada hace temblar la tierra, y por esta razón ese nombre es terrible. Por consi» guiente, ese nombre, jamás deben nuestros labios pronunciarlo sino con tiernísima devoción y con el más grande respeto. Entre los hebreos, á nadie era lícito el pro-

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