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CONFERENCIA VIGÉSIMA SEXTA 153 manos, como miembros que son de una misma familia religiosa, unidos entre sí por los vínculos de una misma profesión, una misma Regla, un mismo tenor de vida, un mismo hábito y una aspiración común, cual es la de alcanzar la santi- dad propia de los imitadores de San Francisco. Deben, por lo tanto, amarse mutuamente con amor puro, eficaz y desinteresado; porque sin el verdadero amor cristiano no es posible la legítima fraternidad y la recíproca benevolencia, ni pueden darse aquellas cordiales relaciones ni aquellos buenos oficios que deben prestarse los individuos de una misma corporación. Cuanto interese esto al buen nombre de la O. T. y cuanto haya de servir para acrecentar su reputación á los ojos del mundo y abrillantar más y más su gloriosa historia, no hay para qué pon- derarlo. Porque es evidente que cuanto sean más abundantes los frutos de paz, unión y caridad que ella produzca entre sus individuos, mediante la saludable savia de sus consejos y prescripciones, tanto se harán más patentes su intrínseca bondad y la eficacia de su influencia santificadora. El mayor elogio que puede hacerse de una congregación de terciarios es decir de ella lo que afirma la Escritura de las dichosas asambleas de los primitivos cristianos, es á saber (1): «Que la multitud de los fieles tenía un mismo corazón y una misma alma.» Porque tan grande era la con- (1) Act., IV, 32.
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