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150 DEL ESPÍRITU DE CARIDAD FRATERNA y las gentes le apellidaron Serafín de Asís. Ese amor tan extraordinario que constituye el rasgo característico de la hermosa fisonomía de nuestro Santo Fundador, no podía estar ocioso ni menos aún, estar encerrado en las estrecheces del cora- zón, sino que necesariamente debía derramarse cual río desbordado sobre los hombres en esplén- didas manifestaciones de benevolencia y en efy- siones de amor que brotaran de su alma para con- suelo y salvación de los mismos. Y así fué en efecto: Francisco, como el más enamorado de Dios, fué también el más amante y compasivo para con los hombres. La historia de su porten- tosa vida es la página más gloriosa del aposto- lado católico en pro de la humanidad desgraciada; su predicación puede ser considerada como una constante cruzada contra los odios, rencores inve- terados y las discordias y bandos políticos que dividían los pueblos de la Edad Media; sus pala- bras de paz y reconciliación caían sobre las muche- dumbres como lluvia copiosa que apagaba el fuego de las disputas, y de todos los labios se esca- paban estas expresiones: ¡no más odios!, ¡no más guerras! Su abrasado corazón era como una inmensa cavidad en la que se reconcentraban, para sentirlos, todos los dolores, todas las penas, todas las aflicciones que atormentan á los hom- bres. Lloraba con los que lloraban, se hacía todo para todos, y para cada uno mostraba tener entra- ñas de la más cariñosa madre; los enfermos lepro- sos, los pecadores, los menesterosos, los atribu-

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