BCCPAM000526-2-20000000000000

ya A . mm AS SRC E A 148 DEL ESPÍRITU DE CARIDAD FRATERNA o constituído Él mismo norma y regla de esa misma caridad. «Este es mi precepto, que os améis unos á otros como yo os he amado á vosotros» (1). Ved en estas palabras el ideal sublime del amor cris- tiano del prójimo: el Corazón de Cristo, el amor entrañable que nos tuvo, la caridad ardentísima, generosa, desinteresada y sin límites con que nos amó; ese es el divino ejemplar que debemos imitar en el ejercicio del amor del prójimo y en nuestras relaciones con el mismo. El amor natural tiene una esfera muy limitada, unos moldes muy estrechos; hay en él preferen- cias odiosas, proscripciones culpables, limitacio- nes desordenadas, y más que todo, fines torcidos y egoístas. Ese es el amor del hombre caído que ama á sus semejantes, no como á sí mismo, sino para sí mismo. El amor que el hombre, regene- rado por Jesucristo, ha de tener á sus prójimos, es otro muy distinto; ha de ser semejante en lo posible al que Él nos tuvo. Jesucristo nos amó con un amor puro, esto es: no por su interés, no por nuestros encantos, sino únicamente por Dios y según Dios. Él nos amó con generosidad infinita, no perdonando fatigas y sacrificios, ni omitiendo cosa alguna para que nuestra redención fuera co- piosa. Él nos amó universalmente: para Jesucristo no hubo distinción de razas, de nacionalidad, de castas, de circuncidados y no circuncidados, de grandes y de pequeños, de ricos y de pobres, (1) Joann., XV, 12.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz