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146 DEL ESPÍRITU DE CARIDAD FRATERNA de aquí la crueldad en los espectáculos, en los que para divertir al público se derramaba á torrentes la sangre humana; de aquí la barbarie en las cos- tumbres, que autorizaban el repudio y la venta de la mujer, la muerte del niño si no prometía ser un robusto vástago; la guerra sin derecho de gentes, entregando á los vencedores naciones enteras y legitimando, á favor de ellos, todas las crueldades: incendio y destrucción de ciudades, devastación de campiñas, quema de prisioneros, esclavitud de los reyes cargados de cadenas y uncidos al carro de los vencedores, y, en fin, otras mil crueldades que formaban el fondo de las costumbres paganas. Por lo cual hubo de decir el Apóstol (1): «Que los gentiles, eran hombres sin amor, sin respeto á los lazos de la naturaleza, sin misericordia.» Sine affeccione, abque federe, sine misericordia. Por todo lo dicho, es fácil comprender la razón que tuvo Jesucristo de inculcar tan eficazmente la ley de la caridad para con el prójimo y de llamarla precepto suyo y mandamiento nuevo, pues en realidad, el verdadero amor del prójimo había casi totalmente desaparecido, quedando sólo en el hombre aquel instinto natural que le inclina hacia sus semejantes, cuando éstos le sirven para sus intereses, placeres ó comodidades; lo cual, lejos de ser amor legítimo del prójimo, es, al con- trario, el más refinado egoísmo. Y no sólo llamó Jesucristo mandamiento nuevo o (1) Rom,, I, 31.

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