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CONFERENCIA PÉCIMAOCTAVA 11 el hábito de Penitencia, sépase que no se le debe conceder si antes no da suficientes pruebas de verdadera enmienda. También pudiera acontecer, dada nuestra fragilidad y la malicia de los tiem- pos en que vivimos, que alguno de los hermanos se dejase arrastrar del vicio de la intemperancia, se manchase con los desórdenes de la embria- guez; para amonestar, pues, á éstos y prevenir á todos los demás y exhortarles al cumplimiento de la frugalidad en la comida y bebida que pres- cribe la Regla, me pareció hacer las ligeras indi- caciones que acabo de dirigiros. 11 Empero, no habéis de contentaros, amados ter- ciarios, con ejercitar en la comida y bebida la fru- galidad, sino que debéis además acompañar estos actos con sentimientos de religiosidad y obras de devoción, que es otra de las cosas que prescribe vuestra Regla en el párrafo que venimos comen- tando: «No se sienten, —dice,—á la mesa sin diri- gir á Dios alguna piadosa invocación, ni se le- vanten sin darle gracias.> Nada puede darse ciertamente más conforme con el espíritu cristiano que esta sencilla ordena- ción de la Regla de los terciarios. La gratitud, en efecto, ese noble sentimiento del corazón que nos inclina naturalmente al amor y benevolencia para con nuestros bienhechores, ha de tener muy prin- cipal asiento en el corazón de un cristiano, ha de

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