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—orr rg rro 144 DEL ESPÍRITU DE CARIDAD FRATERNA A A Apóstol San Pablo decía á los Colosenses (1): «Sobre todo mantened la caridad, que es el vínculo de la perfección.» Porque la fraternal caridad une á unos con otros y á todos con Dios, que es precisamente en lo que consiste la perfección cristiana. Mas este amor del prójimo, tan encomendado á nosotros por Jesucristo, no es un precepto ente- ramente nuevo, no es una ley extraña á la natura- leza del hombre, sino más bien la inculcación del más antiguo de los mandamientos y el primero de todos, que es amar á Dios, y la renovación de uno de los deberes naturales que más profundamente está arraigado en nuestro corazón. El hombre, en efecto, por un impulso natural, por inclinación expontánea de sus facultades, por una propensión que no está en su mano cohibir, se siente arras- trado á amar á sus semejantes, al modo que las plantas aman la tierra de donde chupan sus jugos, y las copas de los árboles buscan el calor del sol que abre sus flores y madura sus frutos. Para amar ha nacido el corazón del hombre; y el primer objeto que encuentra su amor en el ca nino de la vida, es su prójimo, es el hombre, en quien reco- noce un sér semejante al suyo, una naturaleza capaz de corresponder con efusiones de amor semejantes á las que de continuo se derivan de su corazón, una alma, en fin, como la suya, creada para amar. El amor del prójimo, por consiguiente, (MH, 14
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