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CONFERENCIA VIGÉSIMA QUINTA 131 y entablan largas conversaciones, y del cual oyen apreciaciones y juicios sobre todas las cosas; un amigo descreído, sin pizca de conciencia, blas- femo y enemigo, unas veces declarado y otras encubierto, de Jesucristo, que habla sin mira- miento ni respeto, de los dogmas, de la autoridad eclesiástica, y que hace burla de todo lo que sabe á Catolicismo... ¿Quién se atreverá á decir que el trato asiduo, la conversación familiar, la relación tan íntima que se tiene con tan mal amigo, no ha de producir á la postre estragos funestísimos en las creencias religiosas y en la conciencia? Cier- tamente que sería demasiada candidez ó refinada malicia, afirmar lo contrario. Vosotros, por consiguiente, terciarios, abste- neos en absoluto de la lectura de tales periódicos, mostrando, especialmente en esto, vuestro respeto y sumisión á la autoridad de la Iglesia, que tantas veces los ha reprobado. Impedid su entrada en vuestros hogares como á reptiles ponzoñozos, cuyo veneno puede manchar la pureza de vues- tras hijas ó extraviar la inteligencia de vuestros hijos Ó domésticos. Mas no os contentéis con esto: la caridad y el celo por la causa de la fe católica os piden algo más; exigen de vosotros que, en la medida de vuestras fuerzas, atajéis el progreso de esa mal- hadada prensa y los estragos que causa en todas partes, lo cual podréis hacer restándole lectores y, sobre todo, suscriptores. ¿No tenéis algún amigo, pariente ó vecino que, bien por ignoran-

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