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130 EL TERCIARIO Y LA PRENSA Mr lico del siglo pasado (1), «que el hombre es hijo del periódico que lee todos los días.» Efectivamente: «unmal diario, un diario libe- ral, un diario irreligioso, triunfará del lector, tarde Ó temprano, matando en él rápidamente todo entu- siasmo cristiano, entibiando el fervor, enervando las energías de la caridad, debilitando el sobrena- tural instinto de la fe, dirigiendo las aspiraciones del alma hacia las cosas terrenas y mundanales, y sustituyendo las verdaderas virtudes evangéli- cas con una hombría de bien puramente natural, sin más ideal que las apariencias, sin otro móvil que la vanidad, sin más prácticas de religión que las suficientes para cumplir con ciertos compro- misos sociales, ó para lisonjearse á sí mismos con la ilusión de que son almas religiosas y sincera- mente cristianas.» Es, pues, un engaño manifiesto el creer que puede leerse la mala prensa asiduamente, sin que sufra menoscabo la fe, la piedad, las buenas cos- tumbres y la honradez. El trato constante y la familiaridad con personas disolutas, irreligiosas y descuidadas en el cumplimiento de sus deberes, no puede menos de acarrear graves perjuicios y traer lamentables consecuencias para el alma. Pues bien: el periódico impío es un huésped que admite en su casa todos los días el que lo lee; es un mal amigo que visita diariamente á sus lecto- res, y con el cual traban éstos íntima familiaridad (1) Aparisi. Discurso de 9 de Mayo de 1862 en el Congreso.
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