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a e 2am os 128 EL TERCIARIO Y LA PRENSA o ds distinguir entre la verdad y a mentira,» etc., etc... Tal es el peso de las razones que adu- cen ciertos católicos para justificarse de leer la mala prensa, y con estos argumentos se defien- den cuando alguno les advierte la obligación de conciencia que tienen de abstenerse de semejante lectura. ¡Terciarios, que no se oiga entre vosotros este lenguaje que pone tan de manifiesto el poco espí- ritu cristiano y el ningún fervor ni celo por la causa católica de los que lo emplean! No, mil veces no: la mala prensa, condenada por la Iglesia ó por los dictámenes de la conciencia, no puede en manera alguna ser leída por motivosy pretextos de tan poca monta; se trata de una cosa grave, de evitar un peligro próximo de perversión, y de consiguiente ha de haber causa grave que autorice semejante lectura. ¿Y os parece que es bastante causa la curiosidad malsana de leer algunas noti- cias? ¿Y por sola esta razón será lícito al católico cooperar con su dinero al sostenimiento de esa prensa envenenada? De ningún modo. Por esto un llustrísimo Prelado (1) en una Pastoral hubo de decir: «Quelos que fomentan semejantes periódicos con la suscripción, ó los que los leen habitual- mente, se hallan, en términos generales, incapaces de recibir los Sacramentos, como indignos de la absolución, á no ser que razones excepcionales de grave peso les justifiquen semejantes lecturas por caso raro.» (1) El señor Obispo de Zamora.

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