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9 CONFERENCIA DÉCIMAOCTAVA y vive como una bestia. Ved á ese hombre infeliz, dominado por la embriaguez: obscurecida su inte- ligencia por los vapores del vino ó de las bebidas alcohólicas, ni sabe lo que se dice, ni se da cuenta de lo que hace ni más ni menos que si fuera un insensato; pronuncia palabras incoherentes, soe- ces, impúdicas, contrarias á la buena educación é impropias del carácter, de la edad, del oficio que desempeña ó del estado que tiene en la sociedad; pierde todo sentimiento de dignidad y pundonor, atropella todos los respetos y miramientos, más claro, pierde la vergilenza. Aunque sea sabio, procede como un mentecato; aunque sea noble, se porta como un villano; aunque sea padre de fami- lia, se desentiende de ella y no repara en arruinar el patrimonio de la mujer y el porvenir de los hijos. Compréndese con esto fácilmente, que el hombre dado á la embriaguez sea abominado de Dios y de los hombres, como un sér degenerado, inútil y perjudicial, afrenta de los pueblos cultos y baldón de la sociedad que lo tiene en su seno. Y siendo esto así, siendo tan ignominioso el vicio de la embriaguez, ¿podría tolerarse, sería cosa de consentir que entre los miembros de la V. O. T., entre los que militan bajo la enseña Franciscana, en la que está escrito el lema de la penitencia, hubiese quien se hallara contaminado con semejante exceso? De ninguna manera. No, no debe tolerarse, no puede consentirse esto, porque sería una afrenta, una deshonra para el cuerpo de la Orden ó congregación tener un miembro tan in-

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