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8 TEMPLANZA Y DEVOCIÓN EN LA MESA las concupiscencias, apaga los sentimientos nobles y honrados, hace al hombre iracundo é insolente, y, finalmente, le inutiliza para el estudio, la ora- ción y la lucha contra las tentaciones del mundo, demonio y carne. San Agustín enseña que la gula es la madre de la lujuria, y San Juan Crisóstomo dice que es el origen de todos los vicios. Por el contrario, según enseñan los Doctores de la Igle- sia, la sobriedad es madre de castos pensamien- tos, freno de los apetitos viciosos, fomento de la devoción, guarda de la pureza y medio eficaz para levantarse á la consideración de las cosas celes- tiales. Ved, pues, con cuánta razón aconseja la O. T. á sus hijos la sobriedad, que es causa de tantos bienes, é impide los gravísimos daños que acarrea al alma los desórdenes de la intempe- rancia. Pero entre todos los pecados de gula, el más odioso, el más indigno del hombre, el que le pone bajo el nivel de los brutos, es la embriaguez, por cuanto que eclipsa en el hombre la hermosa luz de la razón, borrando de su frente la imagen de Dios. Todo cuanto se diga para afear este vicio abominable é ignominioso, es muy poco, pues realmente no hay palabras, faltan epítetos con que execrarle dignamente. Porque el hombre en el estado de embriaguez es instrumento dócil de todos los crímenes, materia apta para cometer los pecados más vergonzosos, es un hervidero de los instintos más depravados, es, en suma, un mons- truo, pues conservando la figura de hombre, obra
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