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CONFERENCIA DÉCIMAOCTAVA 7 ó les ponía agua en abundancia hasta tornarlos insipidos.> Tal es el ejemplar que Dios ha dado á todos los que militan en una de las Órdenes Francisca- nas; este es, por consiguiente, hermanos tercia- rios, el caudillo que debéis seguir y el modelo que debéis imitar. Y ya que nuestra fragilidad no nos consienta copiar en nosotros los asombrosos ejem- plos de abstinencias y rigurosísimos ayunos de nuestro gran Patriarca, ¿qué menos se nos puede pedir que ser frugales, parcos y moderados en el comer y beber? ¿Podía la O. T. no inculcar á sus individuos la moderación y templanza en la comi- da y bebida, siendo ella obra de un Santo tan mortificado como San Francisco y habiendo here- dado su espíritu de penitencia? Ved por qué hemos afirmado antes que al terciario, más que á los demás cristianos, le corresponde observar una prudente frugalidad; porque así se lo prescribe la Regla que ha profesado y porque así se lo enseñó su glorioso Fundador, y practicado todos sus bienaventurados hermanos. Cuide, pues, el ter- ciario de evitar todo lo que se opone á la frugali- dad cristiana, huya de la intemperancia como del vicio degradante, procure la mortificación que, á la vez que ruboriza las facultades del alma, eleva los sentidos del cuerpo y pone á éste en condicio- nes para servir al espíritu. El vicio de la gula, á juicio de los Santos Padres, envilece y embrutece al hombre, impide el ejercicio de las virtudes, es la madre de todas
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