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82 GLORIAS DE LA V. 0. T. pluma del literato; la fe acrisolada y las virtudes cristianas, lejos de oponerse al legítimo progreso de las ciencias y de las artes, lo estimulan y, sobre todo lo ennoblecen, trazándolas caminos de luz y sendas seguras por donde lleguen al apogeo de su perfección. Dispensad estas invectivas que hemos dirigido á los altivos detractores de la O. T.; su orgullosa vanidad llena de indignación nuestro pecho y ne- cesitamos desahogarlo. Vosotros que amáis á la O. T. como el hijo á su madre, vosotros que cono- céis su historia, no necesitabáis ciertamente que la defendiéramos de los escarnios y burlas volte- rianas de la moderna impiedad; pero hemos que- rido recordar sus grandezas para enfervorizaros más y más y acrecentar en vosotros el amor y la estima para con esa benemérita institución, á la que tenéis la dicha de estar afiliados. Ved, pues, cuán cierto es que la O. T. mirada, desde el punto de vista de sus grandezas, aparece como una reina cubierta de rozagante vestidura recamada con riquísima variedad de colores. Sólo me resta, para terminar, exhortaros á per- manecer fieles y constantes en vuestra vocación, haciéndoos superiores al respeto humano, des- preciando los insultos groseros, las sonrisas des- deñosas y las miradas despreciativas que os diri- gen los escarnecedores de vuestra fe y vuestra piedad. Hoy, como ayer, el mundo está dividido en dos bandos enteramente contrarios é irreconciliables:

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