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74 GLORIAS DE LA Y. 0. T. ¿Créeis que con esto os hemos dado á cono- cer todo el catálogo de santos con que se honra la O. T.? De ningún modo, pues no hemos hecho otra cosa que escoger una que otra flor de las in- numerables que brotaron en ese ameno jardín; tan sólo os hemos presentado alguna de las doradas espigas entre la multitud incalculable que ha pro- ducido esta fértil porción del campo de la Iglesia. Baste saber que la O. T. de San Francisco aventaja en número de santos á todas las otras Terceras Ordenes juntas, y que un autor italiano enumera algunos centenares de santos, beatos y venerables que pertenecieron á la O. T. ¿Puede darse una gloria mayor que ésta? ¿Puede conce- birse un honor más encumbrado que el haber sido madre de tan gran muchedumbre de bienaventu- rados? Semejante en esto á la Iglesia Católica, la O. T., donde quiera ha fijado su planta, ha dejado huellas imborrables de santidad; su paso por el mundo ha sido señalado por una estela luminosa de virtudes personificadas en sus numerosos hijos; á todas partes ha llegado la saludable in- fluencia de su espíritu, santificando todos los es- tados y condiciones de la vida social; de ella pu- diera decirse que es una planta de cualidades ver- daderamente excepcionales que tiene la propiedad de desarrollarse y producir frutos en todas las zonas y bajo la acción de todos los elementos cli- matológicos. En la mansión del poderoso como en la morada del pobre, en el alcázar de los reyes
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