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CONFERENCIA QUINTA 71 rias que no se desdeñaron profesar la Regla de la O. T., quedará demostrado que la piedad cris- tiana no corta los vuelos de la inteligencia, sino más bien ayuda á los genios á realizar sus lucu- braciones; que la humildad, lejos de embotar la espada del guerrero, la hace más afilada y cor- tante, y en vez de ofuscar la gloria de los tronos, les añade explendor y magnificencia y al propio tiempo sirve de apoyo para mantener el equilibrio y no caer desvanecidos los que en ellos se hallan colocados. El asunto no puede seros más simpá- tico é interesante.—Ave María. Ensalzar todas las glorias de la O. T., enume- rar sus títulos de nobleza, contar uno por uno todos los astros que brillan en su hermoso cielo, es ciertamente tarea poco menos que imposible, y más habiéndose de contener en la estrechez de un discurso. Su larga y gloriosa historia es un tejido riquísimo de deslumbradoras grandezas; su genealogía una serie interminable de personajes nobilísimos; en su corona se hallan engarzadas las joyas más preciosas y las perlas más brillantes, y el ropaje que la cubre está entretejido de primo- rosa variedad de colores que le prestan las heroi- cas virtudes de sus hijos y sus hazañas gloriosas; en suma, es difícil encontrar otra institución que sobre el pedestal de su humildad sostenga un cúmulo mayor de magnificencia.

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