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70 GLORIAS DE LA V. O. T. después que fueron santificadas personalmente por Jesucristo, lejos de ser una vergiienza abra- zarse con ellas, es una gloria y honor inapreciable. Así lo comprendieron esa falange de persona- jes, ilustres por sus virtudes, esclarecidos por su ciencia y famosos por sus hechos, que en el de- curso de los siglos formaron parte de la O. T. Esos reyes poderosos, esos pontífices de gloriosa memoria, esos obispos y cardenales, esos polí- ticos y guerreros, literatos y artistas, no creyeron rebajarse con pertenecer á esta institución; para ninguno de ellos fué desdoro vestir el pobre há- bito de San Francisco, antes bien, creyeron justa- mente realzar su nobleza y acrecentar sus propios méritos, mancomunándolos con los del Pobrecillo de Asís. De estas eminencias, que con sus glorias cu- brieron la sublime desnudez de la O. T., me pro- pongo hablaros en esta conferencia, con lo cual nos será dado ver que la O. T., á pesar de su humildad, aparece ante nuestra vista ataviada con el regio manto de las grandezas de sus propios hijos, recamado con la preciosa variedad de sus méritos y virtudes. Y ved con cuánta propiedad he aplicado á la O. T. las palabras que me han servido de tema: Astitit, etc., etc. Con esto dare- mos un solemne mentís á la impiedad que, con soberbio desdén, juzga á la O. T. como una insti- tución vulgar á la que sólo han pertenecido almas débiles, corazones apocados y espíritus sin ilus- tración. Al recordar las glorias científicas y litera-
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