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62 FRUTOS DE LA V. O. T. dado este santo Instituto, de lo cual me ocuparé expresamente en otra conferencia. Y esto sin mencionar la incalculable muche- dumbre de los que, á manera de industriosas y solícitas abejas, labraron el riquísimo panal de su heroica santidad y altísima perfección, ocultos á las miradas del mundo, en una profesión obscura ó entre las habituales ocupaciones de la vida doméstica. Esta reacción admirable de la vida cristiana, operada por la influencia de la O. T. en las almas, se ha traducido siempre en obras meritísimas y en actos trascendentales realizados por los terciarios en favor del prójimo y por la causa de la Religión. En los tiempos primitivos los terciarios se agru- paron en rededor de la Silla Apostólica para defen- derla de los ataques de sus enemigos, y lucharon con tanto denuedo que merecieron de los pontífi- ces el honroso título de «Macabeos de la Nueva Alianza.» En nuestra época también se distinguen en todas partes por la integridad de su fe, por la pureza de costumbres, por su amor y adhesión al Romano Pontífice y por su celo y actividad. De lo cual tenemos un testimonio nada sospechoso en una circular confidencial que, en los días del Kul- tukaamf, escribía á los agentes del Gobierno el Ministro prusiano Jalk, en la cual decía lo siguiente que hace á nuestro propósito: «Entre todas las órdenes hay que señalar á la de los Frailes Meno- res y Capuchinos como las más activas. Estas dos órdenes son muy populares y su actividad es tanto

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