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CONFERENCIA CUARTA 57 para apaciguar y aún extinguir las rivalidades entre los partidos, arrancar las armas de manos de los furiosos y hacer que desapareciesen las causas de los litigios y disputas... De aquí, que como de raíz, nacen de la O. T. la paz domés- tica y la tranquilidad pública que son el mejor fundamento de la civilización y de la estabilidad de los estados; y Europa debe, en gran parte, la conservación de estos bienes á la obra del Pobre- cillo de Asís.» Y no podía menos de suceder así. Porque los terciarios, hijos de aquel Santo que fué en sus días el apóstol de la paz cristiana, tenían como lema de su bandera el procurarla á costa de los mayores sacrificios. Recordaban además aquellas amones- taciones de su Bienaventurado Patriarca, cuando les decía: «Anunciad á todos la paz, y saludadles con estas palabras: El Señor os dé su santa paz. Mas esa paz que anunciáis á los otros debéis te- nerla vosotros mismos en vuestro corazón. No escandalicéis, no irritéis, no exasperéis á nadie. Vuestra dulzura y afabilidad debe suavemente arrastrar á todos .á la verdadera paz y concordia. Considerad que vuestra vocación es la de curar á los heridos, confirmar á los débiles y conducir al buen camino á los descarriados. Si procedéis así, mis queridos hijos, veréis cómo muchos que parecen hijos de satanás, acabarán por conver- tirse en verdaderos hijos de Jesucristo.> Semejantes enseñanzas, que eran como el programa social y religioso de la O. T., no podían

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