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56 FRUTOS DE LA V. 0. T. la democracia é igualdad cristianas, la cual, te- niendo por fundamento la caridad y mutuo res- peto y la benevolencia entre los hombres, no su- prime, en manera alguna, las jerarquías ni borra la diversidad de clases, sino que las une en la humildad y llaneza para mejor conseguir los fines de la sociedad civil y religiosa. Aunque la O. T. no hubiera producido otros buenos resultados que éstos, merecería muy jus- tamente las bendiciones y aplausos de los buenos y la estima y respeto de todos los que verdadera- mente se interesan por el progreso y bienestar de los pueblos. ¿No es la paz el ensueño de la moderna civili- zación? ¿No es la fraternidad una palabra que fascina y entusiasma las muchedumbres? Pues bien: esa paz, que en vano se busca fuera de las doctrinas de Jesucristo y esa fraternidad que es de todo punto imposible realizar desentendiéndose de las enseñanzas del Evangelio, la ha prodigado en abundancia la O. T., mediante su Regla que introduce en la familia el orden, la piedad, el mutuo respeto, la moderación y la templanza, la manse- dumbre y las demás virtudes cristianas, sin cuya práctica no pueden darse verdadera paz ni sosie- go duradero. Que la O. T. fué causa de la pacificación de los pueblos de la Edad Media, lo declaró el sa- pientísimo Pontífice en su Encíclica Anspicato con estas palabras: «Muchas veces, dice, la in- luencia de la Tercera Orden Franciscana sirvió
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