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CONFERENCIA CUARTA 56 samente ha producido en todo tiempo el árbol se- ráfico de la O. T.; la pacificación de los pueblos, la unión de las familias, la reforma de las costum- bres, el fomento de la piedad, y, sobre todo, el impulso de la verdadera vida cristiana. Aquel ardiente deseo de nuestro Divino Re- dentor, manifestado á sus discípulos en la última cena legal, de formar de toda la humanidad un sólo pueblo de hermanos, Uf omnes unam sint, San Francisco, trató de convertirlo en la más hermosa de las realidades, fundando la V. O. T., asociación universal que, más que ninguna otra, ostentaba el carácter de fraternidad cristiana, ape- llidándose sus individuos con el dulce nombre de hermanos de la Orden de Penitencia. Efectivamente: en esta institución se fusiona- ron, digamoslo así, todas las clases y condiciones de la sociedad, igualándose ante una misma Regla y un mismo hábito. Por este medio se derramó el espíritu de caridad cristiana en los pueblos y en las familias, que apagó el fuego de las discordias; así se atenuaron las rivalidades entre siervos y señores, que á la sazón eran causa de tantos es- tragos. Porque al profesar una misma vida y vestir unas mismas libreas de penitencia, dejaron de mi- rarse con prevención y se consideraron como her- manos, ejercitando entre sí todos los oficios de la caridad más delicada, visitándose en sus enfer- medades y supliendo la abundancia de los unos, la penuria de los otros. Finalmente: de este modo la O. T. puso las primeras piedras del edificio de

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