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CONFERENCIA TERCERA 45 voluntad del Altísimo reparando tres iglesias rui- nosas de Asís: la de San Damián, la de San Pedro y la de Nuestra Señora de los Angeles. Quizá nuestro Santo, poco adiestrado aún en las cosas del espíritu, no comprendió todo el al- cance de la obra que acababa de realizar; pero es lo cierto que en ella se simbolizaba su misión pro- videncial y el fin nobilísimo para que Dios lo había elegido. En efecto: el Seráfico Doctor San Buena- ventura nos asegura que la restauración de las tres iglesias, llevada á cabo por San Francisco, era una figura de las tres Órdenes que él más tarde había de fundar, mediante las cuales repararía las ruínas espirituales de la Iglesia y devolvería á ésta su primitivo fervor. En confirmación de esto, quiero referiros una celestial aparición con que fué favorecido nuestro Seráfico Patriarca en el monte Alvernia. Orando una noche con indecible fervor de su alma, retira- do en el interior de una gruta, apareciósele Nues- tro Señor y le dijo: «Francisco, en cambio de los beneficios que te he otorgado, quiero que me des alguna cosa.» «Señor—contestó nuestro bienaven- turado Padre:—bien sabéis que nada poseo y que os pertenezco en cuerpo y en alma desde hace mucho tiempo.»—<«Mete la mano en el pecho y dame lo que encontrares»—replicó Jesucristo. Obedeció el Santo y en las tres veces que lo hizo halló tres monedas de oro y se las dió. Más asombrado por lo que veía y no entendiendo lo que aquello significaba, atrevióse á preguntárselo
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