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O E 40 fiestan claramente el elevado concepto que este glorioso Pontífice tenía de la V. O. T. «Cualquiera —dice—que, sin llegar á contradecir ó desaprobar la T. O., osase, no obstante, impedir ó apartar á alguno de ingresar en ella, peca gravemente; porque ha estorbado un gran bien y puesto obs- táculo al provecho espiritual de un alma. ¿Se puede abusar más indignamente de la bondad de Dios, que apartando de entrar en esta Orden á aquellos que desean servir en ella al Señor, convirtiéndose á Él? ¿Se ignora que son malditos de Dios los que alejan á los hombres de su servicio?» Y termina este importante documento con estas severísimas palabras: «Cualquiera que se atreva á criticar, contradecir ó hacer burla de la T. O., incurrirá en la maldición de Dios y de sus apóstoles San Pedro y San Pablo.» Decidme, ¿puede encarecerse más el mérito y bondad de este santo Instituto? ¿Con qué otras palabras pudiera proclamarse más eficazmente su excelencia? ¿No es esto equiparar, en cierto modo, la profesión del terciario de San Francisco á la misma vocación religiosa? Porque así como ense- ñan unánimemente los teólogos que es gravísima culpa apartar del estado religioso é impedir entrar en él al que da señales de verdadera vocación, así también, según el citado Pontífice, debe juzgarse á los que retraen ó disuaden á alguno de entrar en la O. T. de Penitencia. Lo cual no es ciertamente de extrañar, te- niendo en cuenta que la O. T., como repetidas
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