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CONFERENCIA TERCERA 39 Ella, en efecto, aprobó en mil ocasiones, por el órgano de sus Pontífices, el instituto de la Orden de Penitencia; ella lo cubrió constantemente con el manto de su poderosa protección; ella lo reco- mendó en todas las épocas al celo de sus pastores y á la piedad de los fieles; ella, en fin, lo colmó de gracias y privilegios sin cuento para estimular á todos á alistarse en sus banderas. Más de cuarenta Papas han hablado y legisla- do para la V. O. T.: unos, para aprobar su Regla y estatutos; otros, para modificarlos según las exigencias de los tiempos; éstos, para otorgarla indulgencias y exenciones; aquéllos, para defen- derla de las calumnias y vejaciones de sus nume- rosos enemigos, y todos, para enaltecerla, prodi- gándola los mayores elogios y alabanzas. Dos Concilios ecuménicos, el de Viena y el quinto de Letrán, se ocuparon de ella, declarando solemnemente que su forma de vida era en todo conforme á las máximas del Evangelio. Más de cien Bulas pontificias se han expedido en su favor, bien para recomendarla al pueblo cristiano. bien para vindicarla de las calumnias de sus detracto- res; ora confirmando sus antiguos privilegios ó concediéndola otros nuevos, ora proveyendo á sus necesidades. Más aún: el Papa Gregorio IX declaró en una Bula, que pecaba gravemente todo el que impedía á otro ingresar en la O. T., áno ser que para ello tuviera razones y motivos sobrenaturales. Trasla- daremos sus mismas palabras, porque ellas mani-
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