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38 EXCELENCIA DE LA Y. 0. T. y admiración por ese glorioso Instituto, al que te- néis la dicha de pertenecer, y os estimularán efi- cazmente á conseguir la santidad que Dios exige de vosotros como terciarios é hijos de aquel gran Santo que tuvo la dicha de ser la imagen más perfecta de Jesús Crucificado. —Ave María. Creería injuriar vuestra fe y hacer agravio á vuestra religiosidad si intentase demostrar direc- tamente que la O. T. es una institución santa en sí misma y un medio saludable y muy á propósito para conducir las almas por el sendero de las vir- tudes cristianas. Para vosotros, hijos sumisos de la Iglesia, cuya autoridad suprema acatáis con el más pro- fundo respeto, y cuyas decisiones recibís como oráculos del cielo; para vosotros, que, identifica- dos con el criterio de la Iglesia, aprobáis lo que ella aprueba y reprobáis lo que ella reprueba, no hay mayor testimonio de la bondad de una insti- tución que el amor que la misma Iglesia la profesa, los favores y gracias que la dispensa, la protec- ción que la otorga, y, sobre todo, la sanción que da á sus reglas y estatutos. Pues esta es la prime- ra y más convincente de las pruebas que pudieran aducirse en favor de la bondad de la O. T.: el testimonio de la Iglesia, su magisterio siempre infalible en todo lo que se refiere al dogma y á la moral.

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