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CONFERENCIA SEGUNDA 31 encargados de difundir la luz de las verdades católicas entre aquellos pueblos; contemplad el espectáculo que ofrece levantando sus tiendas hasta en los países dominados por el cisma y la herejía; observad cómo enarbola su estandarte en la que fué en otro tiempo Isla de los Santos y hoy mísera esclava del protestantismo, contando entre sus filas más de diez mil fervorosos terciarios, que son la aurora del día feliz en que Inglaterra torne arrepentida al seno de la Iglesia, de donde la arrancó la herejía; reparad cómo en nuestros días celebran los terciarios frecuentes asambleas en Alemania, en Francia, en Bélgica, en Italia y hasta en las Indias Orientales, para organizar las her- mandades, y ponerlas en condiciones de poder prestar eficaz auxilio á la causa de la Iglesia. Decidme: ¿no es todo esto una muestra inequí- voca de los progresos consoladores que en nues- tros días hace la O. T.? ¿No es para bendecir á Dios el saber que en la actualidad, á pesar de la indiferencia glacial de nuestra época, y no obs- tante haber bajado tantos grados el termómetro de la fe y de la piedad, la O. T. cuenta con más de dos millones de adeptos? ¿Se quieren más testimonios de la exuberancia de vida de que al presente goza la O. T.? Pues uno, bien brillante por cierto, lo encontramos en un hecho verificado en el último año del siglo pasado. Efectivamente en esa fecha dió la Orden de Penitencia una muestra la más gallarda que pudiera desearse, celebrando un Congreso internacional en la ciudad
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